Escrito por Luis Mujica. Desde hace un buen tiempo vengo leyendo (e incluso lo he escrito yo mismo en varias oportunidades) que hay países que reciben a los extranjeros “con las puertas abiertas”. No solo a los turistas, sino a los inmigrantes que van a esos países con la esperanza de labrarse un futuro mejor y trabajar para ofrecerle mejor calidad de vida a sus familias.
Pero últimamente, analizando las noticias de varias partes del mundo y reflexionando sobre esas cosas que a veces uno da por sentadas, comencé a preguntarme qué significa realmente esa metáfora y hasta qué punto están abiertas las puertas de los distintos países a los que la gente emigra. Especialmente si consideramos que, de acuerdo a un informe presentado recientemente por Naciones Unidas; el número de migrantes en el mundo creció 41 por ciento entre 2000 y 2015, hasta alcanzar un total de 244 millones de personas.
El primer reto aquí es responder la interrogante planteada en el título del post. Es decir: ¿qué es recibir a los inmigrantes «con las puertas abiertas»? Supongo que lo primero y más importante es que en la Constitución y Leyes del país receptor estén contemplados los requisitos, procedimientos y mecanismos para la regularización migratoria de los extranjeros que deseen residenciarse en él. En otras palabras: Que existan leyes que permitan el ingreso de los inmigrantes al territorio nacional.
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Ahora bien, esos requisitos y procedimientos son más o menos complejos dependiendo del país al que se decida emigrar. ¿Significa esto que hay países con las puertas más o menos abiertas que otros?
De cualquier manera, no es el único elemento a tomar en cuenta si queremos conceptualizar correctamente la expresión «recibir con las puertas abiertas». Pongamos como el ejemplo a la persona que le dice a un amigo que puede quedarse en su casa por unos días.
Si una vez que el huésped llega a su casa, el anfitrión quiere obligarlo a comer solo a determinadas horas y solo el tipo de comidas que a él le gustan; le critica permanentemente la manera cómo lava los platos o cómo dobla las sábanas, le recuerda cada vez que puede que tiene que darle las gracias en voz alta por haberlo dejado entrar a su casa; se siente con el derecho de planificar su agenda y decirle como tiene que vestirse, hablar y hasta pensar con respecto a todo lo que le rodea… ¿lo está recibiendo con las puertas abiertas?, ¿o lo está recibiendo para que se atenga a la consecuencias?
No estoy queriendo decir que recibir a un inmigrante «con las puertas abiertas» signifique dejarlo hacer lo que le dé la gana, ni perdonarle que no cumpla las leyes, o consentir que abuse de su situación sin respetar al país en el que espera vivir.
Supongo que lo más justo sería decir que recibir a un inmigrante «con las puertas abiertas» es hacerlo cumplir sus requisitos y responsabilidades, pero también garantizar los beneficios asociados a ese buen comportamiento que se espera de él y que están reflejados en varios acuerdos y tratados internacionales.
Si un país permite que los extranjeros puedan residenciarse en él, las autoridades deben velar por dos cosas de igual importancia: 1-) Que el inmigrante cumpla sus deberes. 2-) Que los derechos de ese mismo inmigrante estén garantizados plenamente.
Entonces, poco a poco voy encontrando la respuesta a mi pregunta y puedo inferir que «recibir con las puertas abiertas» a un inmigrante significa, entre otras cosas: No discriminarlo en el campo laboral, no poner trabas burocráticas rebuscadas (y sumamente costosas en términos económicos) para el logro de su permiso de residencia legal, no privarlo de beneficios sociales y no menospreciarlo por causa de su raza, sexo, religión o nacionalidad.
Obviamente, el ciudadano nacional de un país tiene prioridad de protección y atención por parte de las autoridades; no solo por ser su derecho de nacimiento sino porque, a diferencia de los extranjeros, sus derechos políticos inciden directamente en la posibilidad de que esos gobernantes permanezcan en el poder o no.
Sin embargo, nadie debe olvidar que los extranjeros con residencia legal en el país al que han emigrado, no han conseguido ese status de forma gratuita. Todos han tenido que cumplir requisitos exigidos por la Ley y pagar los costos asociados (en dinero). Incluso, en algunos países, los precios de estos documentos son sumamente elevados y representan un gran sacrificio para el núcleo familiar que anhela comenzar una nueva vida con el pie derecho.
Después de establecerse e integrarse a una nueva sociedad, los inmigrantes contribuyen con la dinamización de la economía. Es verdad que se benefician de los sistemas de salud y educación públicos, pero esos son Derechos Humanos irrenunciables. Por otra parte, también es verdad que invierten dinero en alquileres de viviendas, compran ropa, comida, juguetes para sus hijos, libros, materia prima para trabajar, pagan servicios de telefonía, de peluquería, de taxi, etc.
Como beneficio por haber superado todas las pruebas que representan los trámites migratorios y estar, al fin, «legales» en ese país; lo mínimo que merecen es ser tratados con el mismo respeto que ellos deben tratar a los demás y que las oportunidades de crecimiento y superación no les sean negadas.
La relatoría especial de la ONU sobre los Derechos Humanos de los inmigrantes ha manifestado en varias oportunidades que se trata de seres humanos con derechos, y no deben ser tratados como si solo fueran agentes de desarrollo económico, y que los países tienen la responsabilidad de luchar contra las muestras de racismo y xenofobia, castigar la violencia y la discriminación contra migrantes y promover un debate público encaminado a aceptar el cambio social y celebrar la diversidad.
Así que, en conclusión, recibir a los inmigrantes «con las puertas abiertas» significa recordar que, no sólo tienen deberes, sino que también están protegidos por la legislación internacional sobre Derechos Humanos y gozan de las mismas garantías.
Por lo tanto, amigo inmigrante, si usted considera que sus derechos están siendo violados, pase por la oficina de la ONU en el país que vive (o de la OEA si vive en algún país de América) y pregunte, pida información, tal vez podría conseguir cambios profundos en pro de la mejoría de todos los extranjeros que allí habitan. Escrito por Luis Mujica.
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