«Razones por las que no todos pueden irse de Venezuela»; por @EnriqueVasquez

Entre los venezolanos es muy común creer que los únicos que no pueden emigrar son los más pobres. Es decir, los que no tienen dinero para irse. Es probable que, al pensar en alguien que no pudiera dar este paso, el primer pensamiento que venga a la mente de quien se lo plantee sea el de una persona sin empleo u otra cuyos ingresos apenas les alcancen para vivir.

Resulta evidente tener esa idea, cuando pensamos en lo costoso que son los pasajes, el papeleo y la adquisición de divisas para sobrevivir los primeros meses mientras se consigue trabajo en el país de destino.

Sin embargo, y obviamente se trata de mi opinión, mientras menos tienes eres más libre para empezar de nuevo, precisamente por el hecho de que no hay nada que perder, nada que te ate; y cualquier cosa que logres después de tomar la decisión será ganancia. Por eso es que hay personas que son capaces de lanzarse a la aventura sólo con el billete aéreo y el pasaporte. Para ello, pueden vender cualquier posesión que tengan (desde un TV, el aire acondicionado o incluso su móvil) para reunir el dinero e irse.

Entre quienes emigran en esas circunstancias es posible «conseguir de todo». Es decir, desde quienes están dispuestos a trabajar en una cadena de comida rápida con tal de comenzar a ganar dinero a la brevedad posible; hasta los que asumen el reto de emprender honradamente, teniendo como único capital su creatividad y sentido de la oportunidad.

No faltan, sin embargo, los que creen que sería fácil «resolverse» con algunas actividades irregulares que probablemente hacían en Venezuela. Afortunadamente, en otros países los cuerpos de seguridad suelen funcionar mejor y los «vivos criollos» terminan deportados (en el mejor de los casos) o tras las rejas en un país desconocido.

En otra esquina del panorama está la clase media. A este grupo pertenecen quienes tienen algunas propiedades (como su apartamento o su casa) y hasta lo que cariñosamente llaman «un negocito». En este caso, las posibilidades de emigración son variadas. Muchos están convencidos de que vendiendo algunos bienes tendrán capital suficiente para dar los primeros pasos en otro país; pero también están los que sienten que no pueden, pues para ellos es impensable/imposible dejar atrás todo lo que han construido con esfuerzo para comenzar desde cero, lejos de casa.

Con estas familias suele ocurrir que, si los padres ya han pasado de cierta edad (digamos, 50 años o más), normalmente envían a sus descendientes al extranjero mientras ellos se quedan en Venezuela, trabajando para ayudarlos y continuar al frente de los negocios familiares (por supuesto van a visitar a los hijos, y eventuales nietos, con regularidad).

Cuando los hijos aún son pequeños, los padres suelen hacer el esfuerzo de irse para ofrecerles mejor calidad de vida. Casi siempre planifican cuidadosamente su proceso de migración, pero manteniendo «un pie» en Venezuela, ya que dejan los negocios funcionando para que les sirvan de apoyo económico en el extranjero (incluso con la esperanza de que haya un cambio en Venezuela, para devolverse a seguir trabajando en su país).

Hay un tercer grupo, que para mí son los que «la tienen más difícil» y es justamente por el hecho de que «tienen mucho» pero no podrían dejar sus negocios «funcionando solos». Me explico, son dueños de pequeñas y medianas empresas que, según ellos, requieren su supervisión constante para que no «se vayan a pique».

Gracias a su trabajo constante, planificado y bien gerenciado, estos compatriotas ganan suficiente dinero como para que su nivel de vida no se vea tan afectado por la situación actual del país (algunos hasta viajan al extranjero varias veces al año para hacer mercado y comprar medicamentos).

Ellos saben que vender sus empresas, para construir un capital lo suficientemente sólido como para comenzar de cero en otro sitio, es tarea casi imposible en la Venezuela actual; por lo que no les queda más remedio que seguir «guapeando» lo más que puedan. Por supuesto, su principal esperanza es que Venezuela cambie porque de ello depende su vida y su futuro.

Hay un cuarto grupo, muy grande, por cierto; que sí puede emigrar aunque siente que no. A este grupo pertenecen aquellas personas que su nivel y calidad de vida ha ido disminuyendo y bajando poco a poco con el paso de los años y que pasaron de ser clase media (que tenían una casa o apartamento propio en buen estado y que podían cambiar de carro cada cinco o seis años) a estar actualmente en una situación muy vulnerable, de seguir en su casa pasando necesidad, con el mismo carro de hace 10, 15 o 20 años y sin esperanza alguna de nada.

Estas personas, deberían, EN MI OPINIÓN, pensar en emigrar, Deberían plantearse seriamente la posibilidad de hacer su vida en otro país siempre que puedan hacerlo legalmente. Quienes han experimentado la degradación de todo su entorno, sienten como se derrumba a su alrededor y, a pesar de sentir que se esfuerzan cada día más, viven cada día peor; deberían comenzar a preguntarse qué clase de vida tendrán cuando sean ancianos y necesiten tantas cosas que quizás ahora mismo no necesiten.

Entiendo que hacer eso da mucho miedo pero, si nos ponemos a pensar, debería dar mucho más miedo el sentir que la vida va pasando y cada día te sientes más infeliz, observando que tus posibilidades de tener una vejez digna y tranquila van desapareciendo a toda velocidad.

Pero (nunca falta uno, ¿cierto?) la decisión final es tuya y de tu familia. No pretendo estereotipar a nadie ni mucho menos decirle lo que debe hacer. Hablo por mi experiencia y por experiencias cercanas. Yo considero que la situación actual de Venezuela no tiene solución en el corto ni mediano plazo y, desde mi punto de vista, emigrar es la única salida que veo.

Por: Enrique Vásquez  // @EnriqueVasquez en Twitter e Instagram