Cuando un venezolano escucha la palabra «chocolate» es inevitable que el pecho se le llene de orgullo patrio. En palabras del propio Sumito Estévez, «nos han amamantado diciéndonos, con objetiva razón, que tenemos el mejor cacao del planeta». Para seguir sumando satisfacciones, la chocolatera venezolana María Fernanda Di Giacobbe recibió recientemente el primer Basque Culinary World Prize, por su trabajo en torno al cacao como fuente de identidad, cultura y riqueza económica en Venezuela.
De esa realidad deja constancia la periodista venezolana Helen López, una entusiasta del cacao venezolano y del chocolate, radicada en Madrid desde hace once años. Tanta es su afinidad con el alimento, que muchos la conocen como «Helen Chocolate» y ha sido gracias a su fuerte conexión con los aromas y sabores de nuestra tierra, que ha alcanzado el éxito y reconocimiento de sus compatriotas dentro y fuera de España. «Es que no hay nada mejor, ni más verdadero, que hablar de tu propia historia», dice.
«Si los venezolanos tienen algo de lo que sentirse orgullosos, y que defender, es su industria chocolatera. Estando en un país caluroso, en pleno Caribe, somos capaces de producir chocolate con factura mundial, que está preparado para viajar a cualquier lugar del mundo», sostiene con evidente satisfacción. «Ahora mismo hay chocolate venezolano en países lejanos como Corea o Japón. Ese viaje, que para el chocolate puede ser fatal, solo lo soporta un producto de altísima calidad».
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La comunidad venezolana en Madrid tiene en Helen un referente gastronómico. Desde su natal Caracas llegó a la Villa y Corte gracias a una beca para periodistas iberoamericanos y tomó la decisión de desarrollarse profesionalmente en la capital española, atraída por la escena gourmet.
Esta comunicadora egresada de la Universidad Central de Venezuela, que se sabe generosa, entusiasta y creativa; es un ejemplo de que los proyectos profesionales y personales se pueden concretar sin la inversión de grandes capitales. Hoy en día se dedica a la asesoría integral de emprendedores en el mundo del chocolate por todo el viejo continente, y es una cazadora de tendencias que además tiende puentes entre la industria chocolatera latinoamericana y el mercado europeo.
– Dependiendo de quien lo consuma, el chocolate puede ser muchas cosas: un placer culposo, una manera de consentirse, de decir «te quiero»… ¿Cómo descubriste que podía ser una forma de vida?
– En un viaje a Venezuela descubrí a personas maravillosas haciendo catas de chocolate. Yo había pasado 20 años de mi vida asistiendo a catas de vino, de jerez, de aceite, de tantas cosas; pero nunca había ido a una de chocolate y para mí eso fue muy revelador. Especialmente en Venezuela, donde puedes ir a una cata de chocolates de una misma marca y probar diez variedades diferentes. Eso es algo que en muy pocos países del mundo se podía hacer en aquel entonces, porque normalmente una marca tenía dos o tres referencias; un país, cuatro o cinco.
Hoy en día la realidad es otra. Ahora Perú, Ecuador o Colombia tienen muchísimos más chocolates. Sin embargo, en ese momento Venezuela, siendo mi tierra, se me reveló como un país potencialmente chocolatero. No solo cacaotero, sino de chocolates finos.
Recuerdo que metí un montón de chocolates en la maleta mientras me preguntaba: Si en España se hacen catas de todo, ¿por qué no hacer catas de chocolate?, y ¿por qué no empezar por chocolates venezolanos, que eran los que yo conocía?
Las primeras catas de chocolate que Helen organizó estaban impregnadas de un sentimiento especial. «Al principio iban muchos venezolanos», relata. Entre esos paladares que redescubrían los sabores de la infancia en la cuna de Bolívar, se colaba la añoranza. «Nos estábamos pasando la vida aquí, salvándonos de las cosas malas de Venezuela y disfrutando la seguridad y la estabilidad de Madrid; pero también nos estábamos perdiendo las cosas buenas de nuestro país».
Con el tiempo, Helen incorporó otros chocolates a sus catas porque se enamoró del alimento. «Empecé a descubrir países chocolateros de los que jamás había escuchado. Yo no sabía, por ejemplo, que Perú tenía tan buen chocolate porque igual no era fácil conseguirlo».
Explica que en muchos casos los países cacaoteros no son precisamente chocolateros, porque la elaboración del producto final requiere tecnología e inversión. «Ahora mismo, la única maquinaria importante que existe en América Latina para hacer cientos de miles de toneladas la tiene Chocolates El Rey y esa es una empresa que ya tiene casi cien años en Venezuela».
«Ecuador, Perú y muchos otros países cacaoteros se están sumando a hacer sus propios chocolates, que son quizás un poco más finos; pero yo soy defensora, no solamente de El Rey sino de todas las empresas venezolanas, porque en un país donde no hay azúcar, que podamos seguir ofreciendo un chocolate con calidad mundial tiene muchísimo valor».
– Como consumidora, ¿cuál es tu variedad de cacao preferida?
– Yo doy unos talleres donde la gente hace su propio chocolate, con el concepto bean to bar. Les doy cien gramos de cacao seco y ellos se van a casa con una tableta de chocolate creada por ellos mismos, y hasta con una campaña de marketing vinculada.
Normalmente llevo cacao de Venezuela. A veces es tan intenso el sabor, los olores, que llego a casa y no puedo dormir. Entre los más robustos que hemos utilizado está el Barlovento. Muy intenso. No es un cacao fino, pero es abrumador. Eso no nos pasa con otros cacaos. Yo he tostado Perú, Ecuador y están muy bien, pero no tienen tanta complejidad. En Venezuela un mismo cacao te da como 200 tonos, y es mucho más complejo de entender.
Por otra parte, cuando comencé a hacer mi propio chocolate, casualmente las únicas semillas que tenía eran de Río Caribe, de donde es mi familia. Luego, cuando me hacen alguna entrevista para la televisión y muestro el cacao, llevo también de Río Caribe, así que de alguna manera siento afinidad con esa variedad. Es como si algo me estuviera diciendo que, en la medida que me conecto con mis raíces, en esa medida me pasan cosas positivas. Todo lo que yo he hecho aquí se lo debo al chocolate y a hablar de Venezuela.
Helen realiza mensualmente una cata-maridaje, donde se celebra una experimentación con sabores como té verde, cerveza, café… ¡Incluso ha organizado maridajes con poemas! Para cada una se crea una colección limitada de chocolates que está inspirada en algo. Los interesados en adquirir el producto solo pueden hacerlo ese día, y hasta una semana después.
También ofrece cataduras científicas en espacios universitarios y talleres infantiles. «Mi cata preferida, y probablemente la más compleja, se llama La Vuelta al Mundo en Ocho Chocolates. No incluyo a Francia, Bélgica y Suiza; como una manera de demostrar que existen otros chocolates que pueden ser tan o más complejos o interesantes».
Del Caribe al Mediterráneo
Tanta fue la importancia económica del cacao en la economía venezolana antes del período petrolero, que las personas más adineradas de la sociedad eran conocidas como «grandes cacaos». En la Venezuela que muchos recuerdan, Guillermo González premiaba con chocolates a los niños en su programa de televisión; alegrábamos los corazones de nuestros seres queridos «a punta» de Torontos y las abuelas nos regalaban dinero en nuestro cumpleaños, a escondidas de papá y mamá, para que compráramos el chocolate que más nos gustaba. A decir de Helen López, la cultura del cacao ha permeado tanto en nuestra idiosincrasia, que «nuestras maletas están llenas de chocolate».
– El inmigrante también lleva siempre una maleta de intangibles, donde están los sueños que guían sus pasos, pero también los recuerdos de casa… ¿Qué es lo que más extrañas de Venezuela?
– Ese es un tema muy doloroso para mí, así que trato de enfocarme lo que tengo aquí y lo que me toca por hacer. Antes echaba de menos el clima o la cercanía al mar, o ese plan familiar permanente de los cumpleaños de tus tíos o tus primos, la rutina natural de la cotidianidad. Ya después de tanto tiempo me entristece haber perdido cosas como ver crecer a mis sobrinos, o estar con mi familia en los momentos en los que me han necesitado.
Hay personas que lo han pasado tan mal que han perdido la vida, que han perdido a un hijo, tienen a un familiar preso en una celda bajo tierra. Me parece que eso es una situación tan dolorosa que yo no me atrevo a decir que extraño, por ejemplo, el Ávila. Es mucho más complejo que extrañar una montaña.
Lo que yo hecho más de menos es lo mismo que echa de menos el venezolano que está allá. No tiene que ver con un lugar, sino con toda una serie de condiciones que se dieron en un momento. Cuando me dicen “tú debes echar mucho de menos a Venezuela”, yo suelo responder: “sí, la gente que está allá también”.
– Tú eres un ejemplo de inmigrante que logra sus metas y que persiste en la conquista de muchas otras… ¿Qué le dirías a los venezolanos que quieren y pueden emigrar, pero tienen miedo de hacerlo?
– El miedo es totalmente válido siempre que no te arrodille. Es una sensación que te va a acompañar siempre, incluso en diferentes situaciones, pero es algo que hay que domar. Cuando salimos de nuestro país todo está lleno de incertidumbre, hasta el frío te genera incertidumbre.
Yo soy la prueba de que, si tu lugar en el mundo es otro, lo que necesitas es determinación y comenzar a diseñar el mundo en el que quieres vivir. En Venezuela, el nivel de violación de los Derechos Humanos es tan grande que si alguien que quiere y puede, tiene miedo de irse; le diría que también debería tener miedo de quedarse.
Helen Chocolate en cuatro frases:
- “No me veo haciendo chocolates porque me va mejor buscando tendencias e innovación. Si algún día las cosas mejoran y nuestros chocolateros pueden exportar, qué mejor ayuda que saber cuáles son las tendencias y como se mueve el mercado”.
- “La famosa mezcla de cacao con azúcar la hizo un español. No sabemos si aquí o allá, porque con respecto a eso hay cientos de teorías; pero lo que sí es cierto es que lo hicieron manos españolas, probablemente religiosos, que ya en los conventos hacían confituras, turrones, etc”.
- “Mi ilusión es que en España, dentro de unos diez años, haya cientos de empresas haciendo chocolate; pequeñas empresas que hagan chocolates de autor y comience a generarse ese movimiento que ya tiene mucha fuerza en Venezuela”.
- “Además de la gastronomía, de Madrid me gusta que es una ciudad muy peatonal. Puedo ir caminando a todos lados y es muy segura. En América Latina invertimos demasiado tiempo pensando en sobrevivir, en que no te maten, sobre todo si eres mujer”.
Coordenadas: Helen López en Twitter, Helen López en la web.
Redacción: María José Flores
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