"Cuando emigráis y os adaptáis vuestros compatriotas se burlan"; por Enrique Vasquez

«Cuando emigráis y os adaptáis, vuestros compatriotas se burlan»; por @EnriqueVasquez

Hay algo que, desde que me mudé a Madrid, me llama mucho la atención; y es el hecho de que muchos de mis compatriotas venezolanos no toleran, bajo ningún concepto, la “españolización” del lenguaje de quien ha llegado a vivir a estas tierras castizas.

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Y me produce mucha curiosidad porque, al parecer, esta situación ocurre únicamente con los modismos y acento español. Basta que uno escriba en cualquier red social «chavales», «vosotros», «estáis» o similares, que evidencien el hecho de que te has “contagiado” con los modismos y regionalismos españoles; para que comiencen las críticas, las burlas, los ataques contra tu «traición a la patria» y cosas similares.

Cosas que muchas veces llegan al nivel de ofensas e insultos, porque “es una falta de respeto con Venezuela” y, según ellos, también estás irrespetando a tu historia, tus ancestros, a Simón Bolívar, a Chávez, al Salto Ángel, a los médanos de Coro, a Jacinto Convit; y tratan de hacerte sentir que hasta la señora Petra, que vende empanadas de cazón en el mercado de Conejeros, se sentiría indignada y pediría que te revoquen la nacionalidad venezolana y el acceso a cualquier parte de América Latina, si te oye hablar de esa manera.

Lo interesante es que esta situación pasa sólo con quienes nos vamos a Madrid (o a cualquier otra zona de España) porque, por ejemplo, bastantes modismos panameños que utilicé cuando viví allá y nadie hizo un solo comentario al respecto.

Lo mismo sucede con los compatriotas que se van a Colombia, Chile, Argentina, Perú o cualquier otro país latinoamericano. A los pocos meses los lees en Facebook utilizando regionalismos, y no pasa nada. A bastantes venezolanos he leído escribiendo en sus redes cosas como “chucha”, “la wea po”, “la concha de la lora” y, misteriosamente, las críticas a la “panameñización”, “chilenización” o “argentinización” brillan por su ausencia. Pareciera que eso sí está permitido, pero el hecho de “españolizarse” no lo está.

No voy a entrar en análisis sobre las razones de este fenómeno, porque no quiero terminar pensando que se trata de algún tipo de envidia o complejo de inferioridad. Lo mejor es que este post sea orientado al aprendizaje, a dejar una huella positiva, en vez de una simple crítica a esa incomprensible manera de actuar.

Cuando uno emigra, obligatoriamente, tiene que adaptarse al sitio al que se va y eso comienza por el idioma. El lenguaje es el elemento más importante que está presente en la comunicación verbal entre seres humanos y es lo que nos permite funcionar como sociedad.

Pongamos un ejemplo. En Venezuela, “un coñazo” significa un golpe, mientras que en Madrid es algo aburrido… o sea, para decirlo en venezolano “una ladilla”.

Entonces, a quienes dicen que uno no debe cambiar bajo ningún concepto su español “venezolano”, y no usar las palabras (o incluso el acento) del sitio al que emigras, les pregunto: Según ese razonamiento, ¿lo mismo aplica a aquellos que se van para países donde no se habla castellano?

Por ejemplo, un venezolano que se va para Japón, Grecia, Rusia, Dubái o cualquier otro país en el que no se habla castellano, e incluso no se usa nuestro mismo alfabeto, ¿debe seguir hablando y utilizando exclusivamente el venezolano al interactuar no sólo entre nosotros, sino también con la gente de ese país?

Todos los países de habla hispana tienen un “idioma” diferente, e incluso dentro del mismo país, dependiendo de la región, las palabras para referirse a una misma cosa son diferentes. Por ejemplo, lo que en Venezuela es un pitillo, en Chile es una bombilla, en México un popote, en Panamá un carrizo y en España es una pajita… ¿qué pasaría si yo le digo a alguien en Venezuela que me dé una pajita?, ¿o si le digo a alguien en España que me dé un pitillo (porro)?

Emigrar no es vacacionar, no es mudarse de ciudad pensando en volver a casa más temprano que tarde; y definitivamente no puede hacerse pensando en “abrir una sucursal de nuestro país” en aquel al cual llegamos. Vivir en una sociedad distinta implica rodearse de una cultura distinta, y eso se traduce en costumbres distintas, clima distinto, comida distinta y, obviamente, una manera distinta de hablar.

Personas de destacada trayectoria profesional, que no nacieron en Venezuela, como Rosario Prieto, Ilan Chester, Osmel Sousa, César Miguel Rondón, Marta Colomina, Bárbara Palacios, Ricardo Montaner, Laureano Marquez o Yordano, se integraron tanto dentro de la sociedad venezolana que, para muchos son, incluso, “referentes de venezolanidad”.

Me pregunto: ¿está bien que los extranjeros que viven en Venezuela hayan incorporado nuestras palabras y nuestro acento a su forma de expresarse; pero está mal que los venezolanos lo hagan en los países a los que emigraron?

Lo cierto es que si no te adaptas a la cultura (costumbres, comidas, códigos de interacción personal) de esa sociedad en la que tú decidiste que querías vivir; la integración que necesitas para lograr la tan anhelada calidad de vida que viniste a buscar, se te hará mucho más difícil. Aquellos que se niegan a hacerlo, desde mi punto de vista, serán infelices toda su vida aunque (quizás por orgullo) no lo demuestren.

Por: Enrique Vásquez

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