Tomar la decisión de vivir en otro país es un gran reto que afecta por igual a quien se va y a quienes se quedan. La ansiedad, el estrés, el miedo, la culpa y un sinfín de sentimientos que afectan especialmente al inmigrante emocionalmente.
Existe un sentimiento de culpa que es inevitable cuando estamos lejos. Culpa por dejar a nuestra familia, culpa por no lograr los objetivos en el tiempo establecido, culpa por dejar nuestra tierra y nuestro hogar, y culpa por todo. Pero a pesar de todos estos sentimientos, sabemos que tenemos que seguir adelante y no permitir que esas emociones afecten negativamente la nueva vida que recién se empieza.
Lo primero que debemos hacer es tratar de contar con las herramientas psicológicas para enfrentar esta situación, y tratar de trabajar estos sentimientos todos los días, en cada paso, en cada decisión que se toma, en cada acción y en cada obstáculo que se nos presente.
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Por muy difícil que parezca, siempre tenemos que tratar de verle el lado positivo al hecho de estar en otro país y no enfocarnos en los aspectos negativos, puesto que corremos el riesgo de caer en una depresión.
¿Soy egoísta por irme de mi país?
Uno de los primeros pensamientos que nos pasan por la cabeza es que somos egoístas por irnos y dejar todo atrás, especialmente quienes vivían en países con grandes dificultades económicas. Pensar que estamos siendo egoístas con nuestra familia y amigos nos genera un sentimiento de culpa un tanto difícil de lidiar con él.
¿Qué debemos hacer?, pues la respuesta es sí, somos egoístas y debemos ser un poco egoístas, porque se trata de pensar en nuestro futuro y muchas veces el de nuestra familia. Se trata de un sacrificio grande porque dejamos atrás a gente muy querida y hasta llegamos a creer que estamos haciendo mal las cosas. Nos recriminamos por lo que dejamos y por creernos la causa de nuestro propio fracaso.
¿Qué hacer?
La culpa no solo la sentimos cuando ya estamos en el lugar destino, esas emociones están presentes desde el mismo momento que tomamos la decisión de emigrar. A continuación, algunas recomendaciones para no permitir que esta sensación arruine nuestro nuevo proyecto de vida.
Antes de partir
– Debemos estar conscientes de lo que vamos a dejar a atrás y prepararnos psicológicamente para ello. De nada nos sirve tratar de esconder los sentimientos, así que si nos sentimos culpables debemos expresarlo, llorar todo lo que nos provoque, de manera de vivir el duelo que implica la partida.
– Las despedidas no necesariamente implican una pérdida, por el contrario, la mayoría de las veces significan nuevas oportunidades. Así es que en todo momento debemos pensar en las nuevas puertas que se nos abren, nuevas circunstancias y metas.
– Emigrar no significa ser cobarde, por el contrario, es una decisión muy valiente de querer ser mejor, de liberarse y empezar a ser nosotros mismos. Lo importante es que en todo momento pensemos en lo valientes que somos y la capacidad que tenemos para enfrentar nuevos retos.
En el lugar de destino
– Algunas personas sienten culpa cuando aprenden un nuevo idioma o cosas relacionadas con la nueva cultura. Esto no debe ser así, por el contrario, debemos sentirnos felices pues estamos aprendiendo cosas nuevas y nunca vamos a cambiar nuestra identidad.
– Aunque debemos mantenernos en contacto con nuestros familiares y amigos, un contacto excesivo desde el pensamiento y la comunicación no nos ayudan. Es fundamental ver los aspectos positivos del nuevo hogar, pues si nuestros pensamientos siguen en lo que dejamos, difícilmente podemos valorar lo nuevo que tenemos.
– La soledad es nuestra peor enemiga, pues hace surgir los sentimientos de culpa y tristeza, por lo que lo más recomendable es buscar personas afines, es decir otros emigrantes, con quienes conversar sobre lo que estamos viviendo y al mismo tiempo apoyarse y compartir momentos de diversión.
– Conseguir trabajo se puede convertir en algo que nos afecta emocionalmente, más si no lo conseguimos rápido. En ese caso debemos tener claro que en cierta medida no depende de nosotros. Buscar el trabajo sí es nuestra responsabilidad, pero que nos den el trabajo escapa de nuestras manos; por lo que debemos seguir adelante y no rendirnos ante los primeros obstáculos.
– Si los sentimientos de culpa son muy recurrentes, una buena terapia es escribir un diario y expresar todo lo que sentimos; eso nos ayuda a entender lo que sentimos y cómo lidiar con ello.
– Siempre debemos irnos a dormir con el pensamiento claro de que cada día es una nueva oportunidad y un nuevo comienzo, donde la culpa no tiene cabida. Si consideramos necesario pedir perdón a quienes creemos que afectamos con nuestra partida, debemos hacerlo explicando bien nuestros sentimientos.
– Finalmente, practicar algún ejercicio, meditar, dormir bien, divertirse y tener pensamientos positivos so actividades de gran ayuda para alejar los sentimientos de culpa.
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