Circula en RRSS un video, entre muchos, que presenta a un pingüino saltando de contento porque, ante la inminente salida de la narcodictadura, viene a Venezuela a comer empanadas que no tengan papas. Es una parodia que representa un sentimiento generalizado que pudiera estar cargado de emociones encontradas y de grandes tentaciones.
Evidentemente que la diáspora migratoria venezolana está conformada por una gran variedad de estatus y de intenciones migratorias; los refugiados o protegidos con el asilo político tal vez son los primeros que piensan en regresar a Venezuela tan pronto crean que las causas y condiciones que produjeron su exilio han cesado. El refugiado posee una intención migratoria con tiempo indefinido, si este tiempo se prolonga es muy probable que sus intenciones de regresar se vayan diluyendo con la construcción de un arraigo que probablemente se convirtió en permanente y fuerte, sobre todo si está acompañado de la presencia de cónyuge e hijos, quienes ya han hecho su red social en el país receptor, han asumido el estilo de vida, costumbre y en gran parte la filosofía y la cultura de ese país. Esta categoría de inmigrantes probablemente tenga un gran debate interno en estos momentos, sobre todo porque en su mente permanecen las cosas buenas de la Venezuela que conoció y que añora, la cual ya no es y probablemente pasen varios años en llegar a ser.
Los Desplazados probablemente nunca han desempacado, estos están listos para regresar, pero su conflicto interno está en que tal vez ya probaron algo que les gusta. Sin embargo, su falta de arraigo y el hecho de haber sido prácticamente expulsados de Venezuela por las circunstancias, las cuales hasta ahora se han profundizado y aunque se produzca la salida de la narcodictadura comunista, van a pasar unos cuantos meses antes de que se disipe la percepción de deterioro y comience la percepción de cambio positivo; eso tal vez los lleve a retrasar en unos meses su regreso.
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Los repatriados, aquellos quienes regresaron a los países de donde una vez emigraron sus padres, probablemente no se puedan ubicar en una categoría determinada de la diáspora porque ellos han aprovechado su doble nacionalidad para facilitar si inmigración, su huida o su desplazamiento, pero las ventajas que esa doble nacionalidad les ha dado, tal vez les produjera un arraigo más fuerte del que sus propias intenciones contenían o buscaban. Su condición emocional, psicológica y práctica los coloca en un desiderátum mayor, porque pueden estar radicados en ese país o en la nueva Venezuela, pero el valor de la empanada sin papas tal vez no sea tan grande como para poner en riesgo lo que ya han avanzado; se tal manera que mejor les sería esperar las vacaciones y pasarlas en Venezuela para observar y evaluar.
Pero el verdadero inmigrante, quien ya ha asumido con cariño, respeto, amor y la firme intención de establecerse, crecer y ser un nacional del país que le ha acogido, tal vez la idea de regresar ni siquiera pasa por su mente, o es solo un sueño surrealista que le atormenta por las noches.
Sea cual sea la condición migratoria, siempre pasa por la mente la tentación de regresar. El asunto es que ese regreso es a un pasado ya terminado, a una ilusión, a un país que dejó de ser, debo decirlo, Venezuela está más destruida que si hubiera sido víctima de un desastre natural, porque la destrucción a la que está sometida es intencional y lleva 20 años ejecutándose, aún por encima de la férrea oposición que ha tenido. Es una destrucción ecológica, física, de infraestructura, de las empresas industriales, comerciales y agropecuarias, el tejido social se ha destruido, pero sobre todo, se ha destruido la moral, la ética y las buenas costumbres. Sin duda que hay todavía en Venezuela una reserva moral, intelectual y espiritual, así como grandes recurso aún no robados por la banda que tiene todavía tomado al país y que muy probablemente tiene sus días contados. Amén de aquellos que se fueron, quienes fueron poco expuestos a la estrategia destructiva.
Es indudable que el aporte de todos los venezolanos y de los extranjeros es de gran utilidad para construir el nuevo país; en mi más cruda opinión es imposible reconstruir el país, porque el daño estructural ha alcanzado hasta a sus bases más profundas e importantes; hay que comenzar de nuevo, no cabe una reconstrucción, necesaria es una refundación.
Desde nuestro punto de vista, necesitamos ser todos «inmigrantes interinos», aun no regresando a Venezuela, se pueden hacer los aportes necesarios y queridos para crear el país que queremos, para desarrollar una nueva Venezuela, con una superestructura que ha de tardar tres generaciones en construirse y solidificarse, dos décadas para construir la infraestructura del país, tres quinquenios para construir el sector industrial aunque tal vez solo cinco años para echar a andar lo que queda todavía en el país, atacado por el óxido y la canibalización de equipos y maquinarias.
También es necesario remover los modelos mentales socialistas que nos trajeron al chavismo; todos los partidos en Venezuela son socialistas, apenas ha nacido hace doce o trece años un partido de derecha. El pensamiento socialista de los ciudadanos, quienes estamos acostumbrados al paternalismo estatal, a recibir subsidios para todo y, ahora profundizado por el chavismo, a recibir dádivas ignominiosas a cambio de necias lealtades destructivas debe ser erradicado; eso va a traer conflictos y pone en riesgo la construcción de país que deberíamos ser. (No estoy seguro de decir «El país Que Todos Queremos»).
Cuando en la época de la colonia en américa, se importó un buen rebaño de ganado vacuno, este creció mucho; de tal manera que el Océano Atlántico sirvió de barrera natural contra la extinción, cuando la peste casi acabó con el ganado en Europa, salvándose al ganado vacuno en américa. Pero ese ganado nunca volvió a Europa, aunque se pudo ayudar a reconstruir los rebaños con el ganado de américa. Sirva eso de metáfora para expresar mi opinión sobre la salvación de los valores y la cultura venezolanos y esperar que, como los judíos, pudieron establecerse después de cientos de años en un pequeño territorio y siguen en diáspora, así también podamos hacer.
Por: Tomás Castellano / @ViejoCaste en Twitter e Instagram
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