He decidido cambiar el estilo de la columna de opinión que escribo para InmigrantesEnMadrid.com, y dedicarme a comentar las cosas que más me gustan de esta maravillosa ciudad en la que vivo actualmente.
Como cualquier otra urbe, Madrid tiene sus cosas buenas y sus cosas mejorables. Sin embargo, y en aras de agradecer la hospitalidad que hemos sentido desde que estamos aquí, hoy quiero referirme a algo que me encanta: sus terrazas.
Las terrazas madrileñas no se parecen en nada a las parisinas. Por alguna razón que desconozco, en la llamada “ciudad de la luz” lo que apetece es sentarse a tomar café (con un croissant). En Madrid la cosa es distinta.
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Aquí hay miles de terrazas por toda la ciudad. Por donde vayas caminando, no importa si es el centro en plena Puerta del Sol, o en uno de los barrios más residenciales como Las Tablas o Sanchinarro, siempre (a no menos de 300 metros a la redonda) hay alguna terraza en la que, dependiendo de la hora y del clima, puede que haya una o dos mesas con gente o, quizás, no quepa un alma.
Las terrazas fácilmente podrían ser una marca de identidad de Madrid. Son omnipresentes y en ellas es posible ver prácticamente cualquier tipo de personas, de bebidas y hasta de comidas. Una terraza madrileña siempre está acompañada de colillas de cigarro y, en función de la hora, va cambiando lo que es posible ver sobre sus mesas.
En las mañanas (hasta las 13 horas más o menos) lo más común es ver desayunos, o sea, tazas (o vasos) de café con leche acompañados de bollería, churros, porras o barritas tostadas con tomate, aceite de oliva y sal, entre zumos de naranja, refrescos o alguna cerveza despistada que siempre aparece entre los que se alistan para ir a trabajar.
Luego, cuando comienza a llegar la hora de la comida (así le dicen acá al almuerzo), a partir de las dos de la tarde, en los bares que sirven menús, comienzas a ver platos y platos de comida, cervezas, copas de vino, refrescos, vasos de agua, luego postres y, al final, tacitas de café (porque en España, la comida siempre termina con un café). A esta hora, los bares que no sirven menús suelen quedarse bastante vacíos.
Nota: El “menú” español es algo típico que ofrecen en la mayoría de los bares y restaurantes, que consiste en un “primer plato”, “segundo plato”, postre o café y una bebida que puede ser cerveza, vino, agua o refresco. El primer y segundo platos se eligen entre una lista que ofrece cada local. El precio oscila entre los 7 y los 30 euros dependiendo del sitio, pero lo más común es que cueste alrededor de 10.
Más tarde, después de las 17, la terraza vuelve a mutar. Puede que aparezcan algunas tazas de café con leche, pero a partir de esa hora lo más normal es ver copas de cerveza o vino, así como refrescos y gin tonics, y siempre con un aperitivo que, dependiendo del sitio, va desde unas patatas chips o unas aceitunas hasta, literalmente, platos con comida.
Por supuesto, todo siempre aromatizado con humo de cigarrillo, porque en España no se puede fumar en los sitios cerrados, así que, si vas a sentarte en una terraza madrileña y te molesta el humo de tabaco, recuerda que no podrás hacer nada al respecto y que lo mejor es que te sientes dentro del bar. Tómalo en cuenta.
Por EnriqueVasquez / @EnriqueVasquez en Twitter e Instagram
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