Conversando con mi profesora de “Political Issues” (Cuestiones Políticas) sobre racismo en los Estados Unidos y en el mundo, le manifestaba lo complicado que era para mí entender el racismo y otras formas de discriminación o de separación de las sociedades.
Después de varios años de reflexión y entendiendo que puede ser igual hoy para los venezolanos en el exterior, a varias de ellas quiero referirme en el presente artículo como una forma de ayudar al inmigrante venezolano a adaptarse a nuevas formas de ver las relaciones sociales y las sociedades en su nuevo país que los acoge.
Es probable que ya te hubieres tropezado con algunos de estos paradigmas sociales, que son nuevos y probablemente incomprensibles e inaceptables para ti; ojalá y no como objeto de discriminación por ellos, sino solo por haber concientizado la existencia de los mismos.
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El primero de ellos al que me voy a referir es de orden político, de estructura, de composición política: este es El Rey. Para los venezolanos la palabra rey o reina, se asocia inmediatamente con carnaval, con certamen de belleza y al intentar asociarlo con la política, probablemente para entender la figura, lo asocien con una especie de presidente vitalicio de orden hereditario y decorativo, que se mueve en una farándula paralela, con una vida frívola y un incomprensible e inaceptable costo para el presupuesto del país, al tener que mantener a un sin oficio.
Pues no, eso no es un Rey. El Rey, en el caso de España (y la Reina en el caso de Inglaterra) es una figura política de alto peso, con facultades propias y específicas que son preponderantes en la vida política nacional e internacional de su país; maneja las relaciones internacionales y recibe cuentas del Jefe de Gobierno, Primer Ministro, Jefe del Parlamento, etc., según sea el caso; interviene en forma inequívoca en la política interna del país, inclusive en la diatriba a la hora de “formar gobierno”.
No pretendo con esta brevísima explicación que todas tus interrogantes se aclaren, pero sí pretendo que concientices que, si existe un Rey, debes respetarlo como autoridad política del país donde te encuentras, evitándote así problemas de orden legal y social.
Otro paradigma incomprensible e inaceptable, por ser políticamente incorrecto y ser una forma de discriminación, es el racismo. En un estudio efectuado en Venezuela a mediados de los 90, se determinó que la única forma de discriminación racial existente en el imaginario del venezolano era en contra de los indígenas; cosa por demás contradictoria dado que los indígenas son los verdaderos y legítimos dueños del territorio que hoy se llama Venezuela.
No se encontró una verdadera consideración del concepto de raza; sin tratar de explicar el por qué, solo diré que en Venezuela han convivido en una aparente igualdad de condiciones y oportunidades, todas las personas, sin hacer consideración a su raza (sea esto considerado en rasgos biológicos, fenotípicos, o en grupos sociales) y, por supuesto, sin racismo.
Sin embargo, en España y otros países el concepto está muy claro, al punto de que existen movimientos contra el racismo, dado que este se da hasta en forma interna. Por ejemplo, si estás en algunas de las regiones españolas donde hay movimientos separatistas, se hace diferenciación entre los de la región y los de otras regiones. A algunos ya les ha tocado de cerca el término de «sudaca», el cual tiene un doble contenido de racismo y xenofobia.
Esto me lleva a referirme a este otro paradigma, la xenofobia. Esta tiene un triple contenido: miedo, rechazo y odio al extranjero. En consecuencia, lleva a otra forma de discriminación, a otro paradigma poco común en el venezolano. Insisto en mis mejores deseos de que ningún venezolano se vea víctima de este paradigma; pero si es bueno que comprenda su existencia y su peligro.
En la mayoría de los países subdesarrollados, se ha incluido en las leyes el miedo a los extranjeros en el campo laboral, estableciéndose límites en las cantidades de extranjeros que pueden ser empleados por una empresa; otros (cada vez menos) mantienen barreras superables para el ejercicio profesional hasta el punto que se ha llegado equivocadamente a creer que es lógico que se exijan reválidas de títulos y otros métodos de restricciones para poder ejercer cualquier profesión.
Otros países, como Panamá, recogen la xenofobia en su Constitución para hacerlo más cerrado y darle una apariencia de legalidad a una necia forma de discriminación profesional; y digo “necia” porque cierran su propia posibilidad de crecer en conocimientos y habilidades internamente, al despreciar el conocimiento universal que pueda llegar de otros países y ayudarles en su propio desarrollo.
La existencia de este paradigma discriminatorio ha forzado a los extranjeros en muchos países a formar “colonias”, es decir, a agruparse socialmente, a unirse económicamente y a protegerse mutuamente contra este flagelo.
Otro paradigma nuevo que encontramos los inmigrantes es la religión o las religiones. En Venezuela solo se sabe de oídas de la existencia de otras religiones más allá del cristianismo; aunque en los últimos años hemos vistos mezquitas (musulmanas) y sinagogas (judías) construidas en algunas ciudades.
La dialéctica religiosa que desde principios del siglo XX, con la llegada de los norteamericanos y con ellos el protestantismo, ha existido en Venezuela es entre católicos y evangélicos; lo cual es una cuestión solo de forma, dado que ambas son religiones cristianas.
Sin embargo, cuando sales de Venezuela te encuentras con muchas otras religiones, unas más extremistas que otras en su irrespetuosa consideración de paganos, infieles o equivocados a quienes no profesan esa religión. Hay no solo musulmanes y judíos, sino hindúes, mahometanos, islámicos en una variedad desde los simples musulmanes bonachones hasta los extremistas de Isis, religiones africanas de multiplicidad de formas y dioses, y las budistas y otras de origen asiático que contradicen cualquier paradigma cristiano que hasta ahora conoce el venezolano, inclusive cosas como en Japón donde alguien te puede decir que no es ateo, pero no tiene ninguna religión.
Sin embargo, esta existencia tan variada de religiones no es para nada preocupante. Lo preocupante es que esto llega a convertirse en un factor de discriminación, de lucha política y hasta de diferenciación gastronómica. Peor aún, el venezolano llega a presenciar de cerca el terror que los extremistas religiosos siembran, en su afán destructivo del otro, cometiéndose atentados en trenes, aeropuertos y en cualquier lugar público.
Este tema es sumamente álgido y manejarse en una sociedad donde existe esta pluralidad religiosa, muchas veces aconseja que el venezolano acoja un bajo perfil religioso o cumpla con conductas y acciones que le impone otra religión, cuando el país tiene una legislación no laica o un gobierno no laico, como es el caso de algunos países árabes en los cuales está prohibido el consumo de licor, o la vestimenta de las mujeres debe ser de determinada manera.
Afortunadamente esto no pasa en España, a pesar de su influencia arabesca, por haber estado durante mucho tiempo ocupada por los moros, lo cual se nota solo en la arquitectura y gastronomía de algunas regiones.
Lo más importante de todo lo antes expuesto es que como inmigrante estás conociendo cosas nuevas que impactan tu vida en mayor o menor grado, nuevos paradigmas que ameritan de tu conciencia para alcanzar el éxito migratorio, definido este como lograr vivir como vive un nacional del país que te acoge, aprovechando las oportunidades al máximo y alejándote se las amenazas que tu condición de inmigrante tiene; pero sobre todo te alerta en la educación y formación de la generación que te sustituirá, es decir, tus hijos; quienes tendrán la mayor amplitud cultural que tú les puedas dar.
Si eres inmigrante, tus hijos han de nacer en ese país y vivirán como un nacional solo si tu logras educarlos por encima y con conciencia de estos paradigmas. ¡Que tu adaptación sea en paz y sin segregaciones!
Por Tomás Antonio Castellano / @ViejoCaste en Twitter
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