Quiero irme de Venezuela pero no puedo

Venezuela es el país más bonito del mundo, tiene los mejores paisajes, los llanos más profundos y hermosos, las montañas más majestuosas y acogedoras, unas playas que enamoran, un clima envidiable y pare usted de contar, es el país en el que, hace 28 años, vi la luz por primera vez cuando mi madre me trajo a este mundo en una clínica del estado Monagas. Enviado a InmigrantesEnMadrid.com por Pedro Torrealba López.

Venezuela, cuando yo tenía apenas 10 añitos de edad, decidió apostar por un cambio, un cambio de Guatemala para Guatepeor, porque al hacer esa elección, cuando votaron masivamente por el candidato Hugo Chávez, lo que hicieron fue robarme mi futuro, matar la posibilidad y la esperanza de que yo, y millones como yo, dejáramos de crecer en un país normal para que nuestra infancia, adolescencia, juventud y en general toda la vida de mi generación estuviera marcada por la confrontación, el odio, las diferencias, las peleas, la escasez, los controles y las malas mañas.

Venezuela, lo convirtieron en un sitio inhóspito, desolador, dañino, en el que ya no quiero vivir, porque anhelo esas cosas que veo en YouTube, en televisión, en películas, esos países, esas ciudades en las que los jóvenes como yo no tienen que estar como desesperados rastreando una medicina para su madre, ni tampoco pensando en que me será imposible adquirir vivienda propia y ni hablar de un carro, es más, con poder sacar mi celular en la calle, ya sería una ganancia o tal vez tener un plan de internet decente con por lo menos 30 megas de velocidad, como sí lo disfrutan los venezolanos que se han ido a Madrid o a otros sitios.

Venezuela, es el sitio del que quiero irme, aunque no quisiera hacerlo, pero me ata mi madre, no puedo dejarla aquí sola ni tampoco llevarla conmigo, estoy amarrado a un sitio que día tras día se hunde más y que se lleva consigo mis sueños, esperanzas, deseos y anhelos de tener una vida normal, como las que tienen en otros países, en las que sus preocupaciones no pasan por salir a la calle con miedo de que en cualquier esquina un motorizado te meta un tiro para quitarte el teléfono, ni tampoco viven con el pánico de enfermarte y no conseguir una medicina o que saben que si consiguen un buen empleo, podrán tener su casa, su carro y una vida relativamente estable.

Venezuela, quisiera tener la esperanza de que te vas a mejorar, pero la he perdido, porque no importa lo que digan los políticos, ya en mi corazón sé que todo es mentira, que nada de lo que hagan va a funcionar, porque llevo toda mi vida escuchando lo mismo, que esta vez sí lograremos el cambio y no sólo no lo conseguimos, sino que nuestra calidad de vida empeora a pasos agigantados.

Venezuela, debo decirte adiós, quiero decirte adiós, para convertirme en un venezolano inmigrante en Madrid o en Panamá o en Chile, pero no sé cómo hacerlo… que triste es la vida de nosotros los venezolanos que estamos atrapados aquí sin posibilidades de irnos y sabiendo que a medida que pase el tiempo estaremos cada vez peor, no importa cuánto luchemos, cuánto marchemos ni cuánto votemos, en Venezuela, futuro, no hay.